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Qué pasará cuando salgamos?

El otro día os hacía la reflexión
de qué haremos cuando salgamos del confinamiento por el coronavirus, pero hoy
quiero haceros pensar sobre en realidad qué pasará de verdad. Una cosa es
hablar de nuestros deseos y lo que queremos hacer, y otra cosa muy distinta es
ser conscientes de qué pasará en realidad y cómo vamos a cambiar como personas,
como sociedad, como familia, como comunidad.

Por una parte y la más fácil,
considero que vamos a extremar más las medidas higiénicas que ahora hemos
puesto en funcionamiento. Ya no nos parecerá raro ver a alguien en el autobús o
en el metro con mascarilla (ya no será objeto de burla pensando que la gente es
muy exagerada) ni a la gente con gel hidroalcohólico en el bolso. Tampoco nos
parecerá extraño que las personas se laven las manos continuamente, y que nos
niños no muevan un dedo sin tener las manos impolutas.

Otra cosa que tardaremos en
volver a realizar son las reuniones masivas o multitudinarias. Muchos de los
contagios producidos por el COVID19 se han producido en manifestaciones,
concentraciones sociales de grandes dimensiones o en reuniones con muchos asistentes.
Por eso nos costará un poco más acudir a un concierto, salir a manifestarnos
por algo en lo que creemos o hacer convocatorias sociales de muchos invitados.
De hecho, considero que las autoridades sanitarias esperarán cierto tiempo
hasta que se permitan las reuniones sociales de un numero alto de comensales,
pero al final todo llegará.

Por otra parte, nuestros vecinos
serán ya parte de nuestra familia. EL poco amable y soso hola que nos decimos
parcamente en el ascensor se convertirá en una charla sobre la familia, la
salud, no sólo del tiempo. En estas salidas a aplaudir a las ocho de la tarde a
los sanitarios, farmacéuticos, personal dedicado a la alimentación,
trasportistas y miembros y fuerzas de seguridad del Estado, entre otros, hemos
generado sin saberlo unos lazos irrompibles con los que viven más cerca de
nosotros.

Una ola de solidaridad con
nuestros mayores dará lugar a que pongamos a los ancianos en el sitio que
realmente merecen. Después de ver esas imágenes en donde ingresados en el
hospital por el COVID19 no los oímos quejarse ni un minuto, esa fortaleza con
la que las personas que viven solas han demostrado conformarse con lo que les
toca, o esos abuelos que se encuentran aislados y su mayor alegría es recibir
la llamada de sus hijos o  nietos. Con
ese ejemplo de fortaleza, valentía y resiliencia que nos han demostrado,
aprenderemos a valorar a nuestros ancianos y echaremos de menos a los que la
enfermedad tristemente se ha llevado en circunstancias muy dramáticas.

También deberemos acordarnos y
estar pendientes de todas esas familias y personas cuyas vidas no podrán
regresar a la normalidad por mucho que nos dejen salir de casa. Son esos que
han perdido a un ser querido y no han podido velarlo ni enterrarlo como
hubieran deseado por las condiciones impuestas por la enfermedad; A todos esos
sanitarios que han trabajando codo con codo extenuados enfrentándose con la
enfermedad y contagiándose de la misma por cuidar a los enfermos, con la fatiga
psicológica que ello conlleva; Y a todos esos trabajadores de farmacias,
supermercados, comercios de alimentación, transportistas y camioneros,
repartidores, y demás servicios mínimos 
denominados esenciales que han tenido que seguir desempeñando su trabajo
sin poder protegerse en casa de la crudeza del virus, y por ende no han podido cuidar
de sus familias tanto como quisieran. A todas esas personas, además de
aplaudirles, deberemos tratarles todavía con más cariño, pues estarán agotados
y psicológicamente desbaratados.

Otra reflexión que os hago es que
seguro que nuestra apariencia física acaba cambiando. Nos hemos dado cuenta con
el confinamiento que no necesitamos tener veinte bolsos y doscientos modelos en
el armario. Con lo básico, y lo que nos queda bien tenemos suficiente. Eso sí, habrá
que darse algún capricho que otro para levantar el ánimo, y lo mejor, por
supuesto, será optar por la moda española, la mejor que tenemos, número uno del
mundo, y por supuesto comprarla en establecimientos de nuestra ciudad, que
habrá que dar un impulso a nuestro comercio de proximidad y a nuestros grandes
almacenes que tanto hacen por la moda España. Y además favoreceremos su
contratación y continuidad en el negocio, que no es poco.

Lo que seguro no va a cambiar, y
aquí os dejo mi reflexión con humor, es el volver a la peluquería. Eso seguro
que se colapsa en cuanto salgamos de casa. Las que llevamos mechas o
coloración, saldremos al exterior con una especie de mechas californianas muy
personales, por decirlo finamente. Las que tienen canas estarán muy de moda,
porque su pelo será bicolor, y las que querían llevar el pelo corto llevarán
una ligera melenita muy mona pero completamente desestructurada. Pero oye, que
igual cambian las tendencias y como ahora se lleva todo, pues que estos
melenones que nos están quedando y estos multicolores en el pelo igual acaban
siendo tendencia!

Pero lo más importante de esta
experiencia, traumática para todos y muy repentina a su vez, debe estar en un
cambio en nuestro interior. Tanto el estar encerrados como en primera línea
enfrentados al COVID19 debe volvernos mejor personas, más empáticas, más
solidarias, más abiertas y felices, y más disfutonas con las pequeñas cosas.
Porque estas experiencias en la vida, y en este caso este sufrimiento universal,
debe abrirnos la mente para valorar al final lo que de verdad importa. Y
eso sí que será ser Más Que Guapa!

Así que mientras tanto, y desde
donde quiera que os encontréis en este momento, apuntaros a cualquier actividad
solidaria para ayudar a los demás. Desde confeccionar mascarillas a escribir
cartas a los enfermos que están solos ingresados, cualquier ayuda es poca para
poner nuestro granito de arena en la sociedad y sobre todo, con la labor de
quedarse en casa estamos evitando el incremento de los contagios masivos, y por
ende, salvando vidas. Así que adelante Mäs Que Guap@s juntos podemos con todo!