Muchas somos (o hemos sido) Kate

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Veo con estupor el revuelo que ha causado la noticia de la enfermedad de la Princesa de Gales. Y advierto con mayor perplejidad los comentarios posteriores a una confesión que, por muy personaje público que sea, se ha visto obligada a hacer.

Tampoco estoy de acuerdo con los titulares de la prensa sensacionalista afirmando que «Kate tiene cáncer «, cuando ella misma ha revelado que tras una intervención quirúrgica con evolución favorable se tiene que someter a un tratamiento de quimioterapia preventivo. Y nadie ha salido al paso aclarando que si la operación ha ido bien, el tratamiento no es curativo sino coadyuvante, esto es, con la finalidad de que el cáncer no vuelva a aparecer. Y teniendo en cuenta su edad y los protocolos médicos, tras la confirmación de la anatomía patológica, sus médicos han decidido un tratamiento completo, que aunque molesto impida que el tumor vuelva a reproducir. 

La princesa Catherine ha sido muy valiente saliendo en persona a dar explicaciones de una situación que, por los tiempos, es imposible que aún haya podido asumir. Pero qué es confesar un problema de salud cuando por no desvelarlo se rumorean teorías conspiranoicas acerca de la fidelidad de su marido, unos hipotéticos problemas mentales o una situación de coma inducido tras la enfermedad. 

Ahora todos se sorprenden de la noticia de su padecimiento y comprenden que la princesa, que también es persona, esposa y madre, haya guardado silencio durante poco más de dos meses y prometen dejarla tranquila. Eso mientras comentan su palidez, la ceja maquillada (como si fuera algo excepcional) o si el pelo será realmente el suyo.

Y creo que esto no es sólo culpa de los medios, sino de la sociedad en sí. No entiendo el morbo que produce una persona enferma, especialmente si está en tratamiento contra el cáncer. Los pacientes alcanzan miles de seguidores en redes sociales y sus seguidores se sorprenden de que, en ocasiones y entre gotero y gotero, consigan hacer vida normal. El problema son los restantes pacientes que posiblemente su cuerpo no tolere tan bien el tratamiento,  a los que se les hace creer que no son suficientemente luchadores o vinculados a la causa. 

Nadie ha comentado que Kate tiene suerte, muchísima. Acceso a la mejor medicina a nivel mundial, el apoyo de un marido que ya había sufrido bastante, unos hijos que la adoran- y cuya protección está por encima de todo- y unos padres y hermanos que nunca han dejado de estar a su lado. Pero por muy realeza que sean, todos sufren, sienten y padecen, y nadie ha pensado en ellos.

Y esto y a pesar de no pertenecer a la familia real, nos pasa también al resto de los mortales en nuestra vida real. Aún recuerdo tras mi primera operación a alguien que me comentó que «no me había quedado tan mal», o en un cumpleaños infantil preguntarme si podía comer donuts, porque en ese momento me estaba deleitando con uno. En mi mente pensé «donuts y todo lo que me dé la gana, y encima no engordo» pero eso no importó porque soy consciente del morbo que suscité tras mi intervención y mi posterior recuperación. También preguntas indiscretas a mis amigas médicos sobre mi tipo de tumor, si era bueno o malo, pero nunca acompañado de un mensaje de aliento o amor.

Menos mal que mis hijas, de entonces 3 y 5 años, fueron las primeras en conocer el estado de su madre, a quien todos observaban a ver si su pelo era real o podía llevar vida normal. Y ellas, de primera mano, han sido conscientes de las secuelas de las operaciones  el tratamiento y la posibilidad de hacer de nuestra vida algo normal. Y no, el pelo siempre fue mío y mi piel envidiable, eso está en los genes.

Muchas pacientes oncológicas, como Kate, tenemos la suerte de tener una sanidad pública excepcional, con unos médicos humanos y formados que nos curan y dan su vida y su tiempo a sus pacientes. También una familia y amigos maravillosos que nos ayudan a seguir adelante y llevar una vida normal. Y un público anónimo que cuando te recuperas rumorean lo bien que llevas la cara sugiriendo un posible retoque estético, y otros que sin conocerte te admiran y piropean constantemente como si de una actriz de Hollywood te trataras. 

Por eso, muchas somos, o hemos sido, Kate, pero sin embargo somos afortunados de no tener que declarar públicamente nuestro historial médico para acallar esas bocas que, desocupadas, en lugar de mostrar empatia, seguirán comentando el estado físico de la Royal inglesa por el mero hecho de comentar por comentar. 

Estoy segura de que Kate se recuperará por completo y que entonces se sentirá igual de afortunada que yo por darse cuenta de lo que de verdad importa. Y a pesar de la enfermedad que ya no está en su cuerpo y por eso toma tratamiento preventivo (y no curativo) descubrirá el placer de estar con los suyos, valorar las pequeñas cosas y ser feliz a pesar de las adversidades. Y lo que digan los demás, después de un tiempo alejada, le dará completamente igual. 

Bravo Kate, le has dado a todo el mundo un ejemplo de educación y saber estar inglés. Y sí, estás Masqueguapa  porque eres fuerte, valiente y lo tienes todo para poder recuperarte. Good Save The Future Queen. Y como dice la canción «Everything Will be all right».

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Sobre Emma G. 213 artículos
Redactora de Mas Que Guapa

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