Mañana hará cuatro semanas que la mayoría de españoles estamos confinados en casa. Unas semanas extrañas, por llamarlo de alguna manera, en las que cada día recibimos una noticia u otra, y ninguna la verdad ni positiva ni esperanzadora. Las peores son el número de muertos diarios, que se mencionan en la televisión en cuantía, como si se hablara de kilos, de euros o de la bolsa que sube y baja. “Hoy hemos tenido 689 muertos, la mejor cifra de lo que llevamos de pandemia”. La mejor cifra porque como el día anterior había 743 es evidente que la muerte de 689 muertos nos alivia soberanamente.
A todos los medios de comunicación y en especial a los portavoces del Gobierno que cada día salen para darnos las cifras del día, se les olvida que detrás de cada fallecido, ahora que ya hemos superado los 15.000, que se dice pronto (y lo pongo en número porque resulta más escandaloso) hay una familia: Hijos, esposos/as, madres/padres y amigos que lloran la muerte del ser querido y al que además no pueden despedir como se merece por las especiales circunstancias que estamos viviendo por el COVID19. Pero sí, tener hoy 689 fallecidos es una buena noticia.
Por otra parte nos hablan de la curva, y si ésta sube, baja, o es plana o en punta. Términos que sólo los matemáticos o especialistas en estadística entienden. “Qué bien que ha bajado la curva”, dicen unos, “ahora ya se ha aplanado”, dicen otros. El caso es que la curva sube y baja y nosotros seguimos encerrados, los contagiados ingresados y el número de fallecidos incrementado.
Por lo tanto, ¿Cómo es posible que frente a este drama sigamos siendo positivos? ¿Cómo puede ser que cada día que nos levantamos pensando en que ya queda menos para salir, pongamos la tele y nos anuncien que de nuevo van a prorrogar otros quince días más el confinamiento? Y yo me pregunto, ¿Pero cuantas prórrogas llevamos ya? ¿Es lunes, martes, ya estamos en abril?
Y sí, reconozcámoslo, esto es insoportable. Que sí, que buscamos cada día un entretenimiento, que haciendo pasteles se nos pasa la tarde, que estamos leyendo más libros que si estuviéramos haciendo el grado en literatura universal y que con tanto ejercicio sin salir de casa tenemos los brazos mas fuertes que en la vida. Y sí, somos positivos, alegres, emprendedores, comprensivos… Pero en ocasiones ya comenzamos a sugerir que estamos hasta el moño.
Las noticias económicas que llegan a nuestros hogares tampoco son nada alentadoras. Que si cuando salgamos nos quedaremos sin trabajo, las empresas se irán a pique, tendremos que salir escalonados y hasta que estos pies puedan pisar un bar aún pasaran tres o cinco meses, dependiendo de lo que encada momento vayan diciendo. Eso si el bar sigue en pie, desde luego, porque el dueño ha tenido que perder todos sus ahorros para seguir con su negocio.
Por eso yo me pregunto, ¿Positivos ante el confinamiento por el COVID19, con este estado de alarma, estas noticias terribles, tanta gente sufriendo por una cosa u otra? Y la respuesta es SÍ, en mayúsculas, hay que seguir siendo positivos. Pero seguir siendo positivos no significa que seamos irracionales o vivamos en un mundo distinto al que nos rodea. Que pensemos que todo va a salir bien, que en realidad el covid19 no nos va a afectar o que es el país de las maravillas porque la vida nos está dando una oportunidad para seguir juntos, pasar ratos en familia y convertirnos en el mejor concursante de masterchef de todos los tiempos.
El positivismo ante el COVID19, desde mi punto de vista, comienza por ser conscientes de la realidad. Darle a las cosas el valor que tienen; Ser empáticos con aquellos que están tristes por la pérdida de un ser querido y estar pendientes de ellos, días después de haberse producido el óbito. Ser emprendedores, buscar fórmulas para paliar este encierro y ayudar a aportar lo que haga falta: ya sean mascarillas, pantallas, ideas a través de tutoriales o canciones que alegren al prójimo. En casa, aguantar nuestro mal genio, nuestro hartazgo, y generar un buen ambiente, aunque nos hayamos levantado con mal pie. Estudiar, ver series o películas, entretenernos con lo que nos gusta. A veces, ser egoístas y darnos un pequeño capricho…
Positivismo sí, pero nunca irrealidad. No confundamos los sentimientos, lo que está pasando de verdad. No miremos hacia otro lado, como si no estuviera pasando nada, y de vez en cuando quejémonos, que razones tenemos y muchas. Eso significa que somos humanos, realistas y que tenemos ganas de superarnos a nosotros mismos y de continuar. Y de aguantar, y de seguir.
Porque ser positivos no significa ser un expendedor constante de sonrisas y purpurina, y gritar a los cuatro vientos lo felices que somos. Ser positivos comienza por ser realistas, bajar a veces al suelo y levantarnos otra vez. Ser empáticos con los que lo están pasando mal, sufriendo, y ayudarles a que salgan adelante. En eso consiste el positivismo de estos días, y sí, también en ser conscientes de los afortunados que somos de poder quedarnos en casa, de disfrutar días en familia y de seguir sanos. Pero por encima de todo, ser humanos, con nuestros defectos y virtudes, con nuestros genios y arrebatos, con nuestros miedos e inquietudes.
Sí, no es el momento de ser positivos en sentido estricto con todo lo que está pasando. Con ser realistas tenemos más que suficiente, y por supuestos seremos mucho Más que guap@s en todos los sentidos.
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